Todo el mundo siempre echa de menos algo, yo echo de menos muchas cosas pero una de las que más, es sin lugar a dudas el tenis de mesa, mi deporte favorito hecho religión; un deporte que requiere mucha concentración y precisión, y también más fuerza de la que cabe pensar. Algunos encuentran su retiro espiritual haciendo yoga, otros leyendo FHM, etc… pero yo encontraba ese encuentro espiritual delante de una mesa reglamentaria, con mi querida Stiga Master en la mano, devolviendo cuantas bolas tocaran mi parte de mesa.
Hace cuatro años estuve en un equipo, incluso federado y jugando en competición oficial (eso tampoco dice que yo sea un crack) y fue el apogeo de mi disfrute de este deporte. Con el tiempo la gente se fue perdiendo y el equipo se quedó cojo hasta acabar desapareciendo, y actualmente no tengo contacto con ninguno de mis antiguos compañeros, y eso es lo que más me hace echarlo de menos: los viajes en liga para los partidos en fin de semana, las «pachangas» en casa de alguno de nosotros, los entrenamientos… En fin, ahora la suerte ha querido que no conozca a nadie actualmente que comparta mi pasión por este deporte, pero la vida da muchas vueltas y quién sabe si puede cambiar eso o no, puede que antes de lo que me imagine pueda volver a poner en práctica mis saques preferidos, mi revés (en mi opinión lo mejor que tengo), el arte de devolver bolas con complicados efectos, lo que se siente al hacer un buen mate y mil cosas más; total, por imaginar…