No es necesario señalar que este año está trayendo consigo todo tipo de sorpresas, y eso que queda por delante aún una cuarta parte. En los últimos años adquirí la costumbre de hacer algo parecido a una lista de propósitos cada año que comienza, y debo decir que llevo una tasa de consecución bastante positiva, y es también cierto que, al margen de esa lista, siempre estoy en busca de nuevos estímulos y retándome a mí mismo, pero es más raro que a mitad de año decida implicarme, casi de la noche a la mañana, en algo como el reto de aprender a tocar un instrumento nuevo.
Podría decir que el confinamiento tuvo la culpa, pero quizás solamente dio el último empujón que faltaba, pues tocar un instrumento ha sido una espinita que he llevado clavado desde niño. Rebasando cierta edad, el principal obstáculo comenzó a ser la curva de aprendizaje hasta llegar al punto de comenzar a disfrutar. Me apetecía aprender, pero tengo que compaginar esta incipiente pasión con muchas otras ya existentes.