Desde el inicio de la pandemia he experimentado un terremoto interior en mi estilo de vida sostenible tal y como lo venía desarrollando. De repente, el plástico volvió a la palestra como adalid de una falsa seguridad, y por otro lado, también comencé a preocuparme por el impacto que iba a tener sobre la compra «expuesta» a granel (como si en un supermercado no estuviera todo expuesto).
En general, me he mantenido como férreo defensor del consumo de proximidad y la compra en mercados locales, pero hay situaciones que realmente acaban poniendo a prueba. Si bien en un mercado local siempre he encontrado mayor calidad de productos frescos, garantías con el origen del producto, y un trato mucho más cercano, en esta era COVID, he tenido que experimentar situaciones que han puesto a prueba mis principios.