Este es el estuche que he usado en mi vida escolar desde los 11 a los 17 años. Está desgastado, abollado y oxidado, pero es uno de los recuerdos a los que más cariño tengo, no solamente por la concentración de elementos personales que alberga, sino porque es uno de los iconos que conservo de mi incipiente pasión por el diseño gráfico.
febrero 2019
He estado mucho tiempo sin continuar esta serie, pero por fin la reanudo con otro aspecto que considero bastante importante a la hora de cuidar de un hurón, el comportamiento y la educación.
Lo primero que se debería tener en cuenta es qué esperar del comportamiento de un hurón a grandes rasgos. En general, existen ciertas pautas comunes: duermen mucho (¡mucho!), son juguetones, y su extrema curiosidad sobrepasa ampliamente su instinto de supervivencia. A partir de ahi, tal y como ocurre con otras mascotas, cada individuo posee su propia personalidad. Es un gran error tomar la decisión de tener uno basándose en unas expectativas concretas acerca de su comportamiento (tras haber visto un video en Youtube, por ejemplo) pues incluso el mismo hurón puede comportarse diferente según el entorno.
A lo largo de cada año, siempre descubro un puñado de grupos que acaban formando parte de mi colección de música, aunque hacía ya ocho años que desde que escribí por última vez un artículo de este tipo.
Como digo, todos los años tengo fichajes nuevos, pero el año pasado estuvo marcado por un nuevo actor en mi proceso de descubrimiento de nueva música: Spotify. Siempre he sido un reacio a esta aplicación, y de alguna manera sigo siéndolo, pero aunque no la uso como aplicación de música principal, sí ha acabado siendo como una «radio» gracias a sus listas de reproducción automáticas. Cuando no me apetece decidir la música que voy a escuchar o simplemente quiero dejarme sorprender, escucho Gladys Palmera o las listas que genera automáticamente Spotify, algunas veces con bastante puntería.