Lo reconozco, siempre he sido un tanto escéptico con el hecho de tener un hurón como mascota. Mi yo ignorante siempre los había clasificado, sin una reflexión previa, como mascotas extravagantes, en el mismo saco que iguanas, arañas y serpientes. Sobre este animal hay tanta desinformación que yo mismo había caído en ella.
Conocer uno «en persona» fue el principio de un cambio de paradigmas al respecto y me abrió una nueva posibilidad que nunca había explorado. Fue entonces como acabé descubriendo que esta especie lleva miles de años domesticada, que son tremendamente juguetones, sociables, educables y en general están en muchos aspectos en punto intermedio entre un perro y un gato. Finalmente, y tras muchos meses informándome bastante, adopté a un macho joven que tenía en acogida la protectora Huronlife, a la que estoy infinitamente agradecido.
Como mascota doméstica tiene unos cuantos estigmas, cada uno de los cuales he comprobado que puede ser desmentido o matizado. Desde luego, hay bastante desinformación al respecto, y me apetece hacer un gran artículo (o quizás una serie de ellos) sobre todo lo que he aprendido sobre los hurones, pero de momento solo quería presentar en sociedad a Kiwi, el peludo alargado que me ha robado el corazón.