Por estas fechas hará unos dos años que decidí dar el salto entre los libros de papel y los libros electrónicos. De alguna manera era cuestión de tiempo, teniendo en cuenta las ventajas que me ofrece, y lo que adoro la lectura. Aunque soy una persona profundamente hedonista, en este terreno no soy de esos puristas que no quieren renunciar al papel porque huele bien y da gustito tocar las páginas. Mi único impedimento era «tener otro aparato más» y la huella ecológica que pudiera tener mi cambio de hábitos.
Finalmente me deshice de esos impedimentos porque ambos son relativos a la cantidad de libros que se tiene el hábito de leer, y curiosamente el mayor problema que he tenido (y quizás el único) ha sido más bien el sufrimiento al que somete la enfermiza e hiper-controladora industria de gestión de derechos a quien pretenda ser un usuario legal pero no esté dispuesto a los abusos a los que debe someterse para «legalizar» su calidad de usuario. Sobre este tema hablé bastante en varias ocasiones (Mi aventura con el libro electrónico – primera parte, segunda parte, y tercera parte) explicando el via crucis.
Dejando aparte el sabor amargo del intento frustrado de ser un lector legal a ojos de la industria, el salto al libro electrónico solo me ha traído satisfacciones y novedades interesantes con respecto a los libros en papel:
Es muy ligero. Esto hace que sea bastante cómodo leer en la cama o acostado en el sofá sin que se cansen los dedos. Llevo el mismo peso encima tanto si leo El principito como El Quijote.
Más fácil leer simultáneamente. No solamente cualquier libro pesa lo mismo, sino que en el mismo peso puedo llegar a tener una estantería entera. Al poder almacenar una cantidad importante de libros en mi dispositivo, es más cómodo simultanear. Un nuevo hábito que tengo desde que leo electrónicamente, es que suelo leer dos libros al mismo tiempo, normalmente un ensayo y una novela.
Tiene diccionario integrado. Doy por hecho que esto es algo que no solamente tiene el mío. Resulta muy cómodo no tener que levantar la vista del libro para buscar rápidamente una palabra tanto en inglés como en español.
Leo más. Este beneficio es subjetivo, pero la realidad es que tengo un libro electrónico, leo más.
Me ha acercado más a la obra independiente y autoeditada. La libertad de edición que proporciona el que la obra sea digital, ha abierto la puerta a muchos autores independientes, y también a mí a descubrirlos. Algunos ejemplos son Orgullo y Satisfacción, la escisión de los autores insumisos de la revista El Jueves, o el libro Escritos para desocupados, que además es de lo mejores ensayos que he leído últimamente.
Todas estas cosas me han hecho disfrutar de la lectura más aún de lo que ya disfrutaba, y espero que poco a poco, si no cambia la industria, sí cambie la mentalidad en general, y la autoedición se consolide como la gran alternativa, tanto para autores como para lectores.
1 Comment
[…] Mi adopción del libro electrónico como nueva forma de lectura no solo tuvo consecuencias en mis hábitos de lectura, también la tuvo en los libros de mis estanterías, que acabaron archivados en cajas de cartón (al igual que mis discos de música), regalados a amigos o donados, al calor de un también creciente interés por el minimalismo. […]