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julio 2007

Un antes y un después

disquitos1

Sí, bueno, suena categórico, pero ahora que me detengo a pensarlo, realmente lo es.

Estoy haciendo reformas en mi habitación y ello conlleva deshacerme de muchas cosas inútiles. En este proceso se ha visto envuelto el archivado definitivo de todos mis discos compactos de música. Deben de ser algo más de cien en total, una colección de muchos años; y yo, ahora, los estoy archivando en cajas de cartón. Y es que hace ya algunos años que tengo toda mi música en mi disco duro, dentro de mi ordenador. ¿Cuánto hacía que no reproducía un disco compacto?, ¿años?. Las últimas veces que los he usado ha sido para ripear los últimos que me quedaban por tener en MP3/OGG, porque, por suerte, la inmensa mayoría de mis discos son anteriores a la fiebre de las restricciones anti copia/reproducción.

Así que mientras metía los CDs en cajas, de repente, me dí cuenta de lo que suponía sacar cada disco de la estantería y meterlo en una caja de cartón. Todo eso significa que algo hace tiempo que está cambiando. Y lo que es aún peor (o mejor), aún va a cambiar mucho más.

Alimento para mi cerebro

blenderlibrico

Tantos meses recorriéndome las tiendas más escondidas de Internet buscando un libro de Blender en castellano para que ayer por la tarde fuera a la fnac y me encontrara con esto. Yum yum, cada vez tengo menos excusas.

Blender, curso de iniciación. Mercè Galán. (Ediciones Inforbooks).

Autoequilibrio

A veces, eso de tener dos micropersonalidades dentro de uno mismo no viene mal, es como el ying y el yang de los trastornados bipolares. Léase un ejemplo reciente: mi yo caprichoso y compulsivo está haciendo cuentas para comprarse un segundo monitor para montarse un dual head en su escritorio, pero luego llega el yo responsable y le pone los puntos sobre las íes.

Yo caprichoso: qué ganas tengo de meterle mano a ese monitor panorámico que he visto de 22» en oferta, quedaría genial al lado de mi Viewsonic de 20», tiene que ser una pasada trabajar así con programas de diseño y fotografía ¡ya lo tengo todo pensado!

Yo responsable: anda, no me seas caprichoso y no te gastes la entrada del coche, que bastantes virguerías estás haciendo ya.

Yo caprichoso: pero si sólo es un pequeño pellizco, ¡apenas se va a notar!. Imagínatelo… duuuual heaaaad, duaaaal heaaaaad

Yo responsable: mira, no me toques la moral, aunque tuvieras dinero de sobra, no te lo comprarás hasta que no te pongas de una vez en serio a aprender, ese es el trato

Y así mi yo caprichoso va a servir (o eso pretende) para acelerar uno de mis proyectos pendientes más atrasados y a la vez más ansiados, a ver si funciona la simbiosis de mis micropersonalidades. Quién lo iba a decir, por una vez voy a sacar partido racional a una de mis facetas más viscerales. Y vosotros… ¡no me dejéis comprármelo hasta que no empiece en serio con Blender!

SGAE = Ladrones

Para quien aún no sépa qué es la SGAE, se trata de una entidad «sin ánimo de lucro» llamada Sociedad General de Autores y Editores. Dicha entidad, adalid de los derechos de los pobrecitos artistas caducados de la movida de los 80, tiene un palmarés sin igual desde que en 2002 logró que se impusiera un impuesto a todo soporte óptico de grabación en compensación por las pérdidas que supuestamente éstos causaban por la piratería. Viva la Constitución y la presunción de inocencia.

Durante todos estos años, no contentos con eso, llevan librando una salvaje lucha fuera de control sobre todo lo que puede darles beneficios. Colándose en bodas para cobrar derechos de autor, enviando secretas a los bares para vigilar la música que ponen, exigiendo comisiones a conciertos benéficos, criminalizando algo totalmente legal como es la copia privada, insultando a todos los internautas, demandando a todo el que no esté de acuerdo con ellos, arruinando a la poca industria que tenemos, y así un largo etcétera que no continúo por puro aburrimiento y tristeza.

La última ha sido un triple jaque: demandan a Julio Alonso por el mero hecho de informar sobre el google bombing que se llevó a cabo contra la SGAE, y también al autor de alasbarricadas.org por un comentario que alguien dejó en su página sobre Ramoncín. La tercera es que hoy ha salido la sentencia de SGAE contra Traxtore (una tienda de informática que le ha echado cojones y le ha plantado cara), y ha perdido Traxtore, que tendrá que pagar 18.094,70€ mas intereses y costas.

Lo inquietante no es que exista gente como la que hay en la cúpula de la SGAE (gente como ellos hay en todos lados), lo inquietante es cómo pueden y cómo se les permite hacer lo que hacen (hola señora ministra de incultura). Ojalá algún día paguéis todo el daño que habéis hecho.

Desde aquí mi más sincera solidaridad con Julio Alonso, con los chicos de alasbarricadas.org, con Traxtore y con todos los que han tenido la puta mala suerte de ser «elegidos» por la SGAE.