Supongo que el haber protagonizado Amelie -que sin duda es mi película predilecta y fetiche- ha influido bastante en haberla convertido en uno de mis amores platónicos, pero no obstante, también el poseer esa belleza dulce y romántica que comparte con muchas actrices francesas, entre otras cosas.
Aunque es arriesgado afirmar categóricamente estas cosas, si hoy pudiera crear a una mujer a la que admirar, sería alguien muy parecido a Amelie Poulain… con ese carácter tan amable y a la vez tan combativo y perseverante, esa dulzura innata, esa madurez, ese vestuario tan «a la francesa», esa claridad de ideas, esas inquietudes… y además ambientado todo bajo el telón de la preciosa ciudad francesa de Montmartre.
Y es que en estos tiempos de maquillaje, colágeno, silicona y huesos marcados, sigo prefiriendo ese atractivo dulce, femenino y natural tan de moda en los años 70. Prefiero buscar las cosas que me gustan y no las que los medios actuales «dicen» que debe gustar; prefiero las cualidades que realmente me importan, y no las que más van a valorar los demás.