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Fran Alburquerque

Mi vuelta al libro de papel

En mi camino de retomar el hábito de lectura me he topado con un cambio poco habitual. Tras diez años usando un lector de libros electrónicos para leer, he regresado al libro de papel.

La reflexión que precede a este cambio no orbita ya solo alrededor de la practicidad o idoneidad leer de una manera u otra, sino sobre un factor que estoy teniendo cada vez más en cuenta con todo lo que me rodea: cómo me hace sentir. Estoy introduciendo un factor subjetivo en una decisión, algo a lo que no estaba nada acostumbrado, pero que me está llevando a un escenario de vida en el que me voy sintiendo más cómodo y relajado.

Sí, me cuesta un poco mantener el libro abierto cuando leo acostado, en ocasiones es pesado, de vez en cuando se me cae el marcapáginas, y aún a menudo extraño poder buscar instantáneamente una palabra del texto en el diccionario, pero me gusta agarrar un libro con las manos, me gusta el hecho de tenerlo conmigo, como un amuleto, un talismán, un fetiche. Me gusta ser consciente de toda la integridad del libro solo rodeándolo con mis dedos, y, por supuesto, me gusta su olor. Me gusta sentirme a salvo de las garras del monopolio del libro digital y sus lobbies asociados, y no tener que elegir entre éste o ser pirata. Me gusta poder comprar un libro de segunda y tercera mano. Me gusta recuperar el derecho a prestar algo que es mío. Me gusta recorrer los pasillos de una librería o los rincones de una biblioteca. Me gusta poder comprar en un pequeño comercio o en una editorial independiente. Me gusta ir a casa de una persona y contemplar su colección de un vistazo desde la curiosidad y a veces la admiración, conocer un poco más de esa persona a través de su estantería. Me gusta volver a leer libros de papel.

Protagonista de hoy: Hoya carnosa

Ni sé con seguridad si es una Hoya carnosa exactamente, pero sé que es la más común en España, y que la compré en un vivero no especializado, así que como mucho, quizás sea un híbrido nuevo teniendo en cuenta las manchitas que tienen sus hojas. Se mostraba espléndida en mi casa anterior, pero en mi hogar actual literalmente ha alcanzado la plenitud, con larguísimos tallos que ya alcanzan varios metros.

He hablado demasiado poco de plantas por aquí en los últimos años, y este precioso ejemplar es una buena manera de volver a las buenas costumbres. Me encantan las hoyas tanto que me compré otra igual, que es más pequeñita de nuevo. Mi nueva etapa vital sin zona exterior en casa me alejó de las suculentas y me acercó a las plantas de interior (aunque no me gusta llamarlas así). Esto revalidó el amor que siempre he tenido por este género de plantas, tan bonito, tan agradecido, tan vistoso.

Es trepadora o colgante como un poto, pero sus hojas son más duras, más verdes, y apenas se caen. Sus tallos son fuertes y sus hojas no se enganchan entre sí, lo que facilita su reubicación, algo que un eterno inquilino siempre agradece. Solamente me falta presenciar sus preciosas flores, un privilegio poco frecuente al que sin embargo no renuncio. Además, descubrir más gente fanática como @wildfern ha resultado toda una inspiración a la hora imaginar una ampliación de mi colección de hoyas.

Publicando «El Exorcista de la Sanidad Pública»

Finalmente acabé el proyecto de animación en el que convierto a Benito en protagonista de la película del Exorcista, resultando en una suerte de cortometraje llamado «El Exorcista de la Sanidad Pública». Viene siguiendo la estela de dos pequeños vídeos en los que lo integraba en películas de Alfred Hitchcock, pero en este caso, en un formato extendido de cinco minutos.

Es un proyecto singular porque aparte de ser el primero tras más de un año desde el anterior pero también porque es el primero en el que me implico en el doblaje de todos los personajes y en el que hago uso de la inteligencia artificial en algunas partes como la eliminación Reagan (el personaje de la niña) de las escenas, o los filtros STS en las voces.

La desaparición del botón de stop y una ceropegia en flor

El botón de stop ha desaparecido de reproductores de música, teclados y otras interfaces sin que nadie parezca haberse dado cuenta. Si uno se fija en el célebre Winamp, puede encontrar un botón de stop entre los que indican «pausa» y «siguiente», y lo mismo ocurre con cualquier reproductor de música doméstico de hace un par de décadas. Hoy en día, si nos fijamos en la botonera de Spotify o cualquier reproductor de música moderno, ya sea doméstico o portátil, no veremos ese botón, y en su lugar, encontraremos habitualmente una combinación de reproducir y pausa en un solo botón.

Una interpretación sería una evolución hacia interfaces de usuario más simplificadas y adaptadas a las tendencias actuales, y sería una interpretación en gran parte acertada, pero para mí son un síntoma desapercibido del ritmo frenético al que nos aboca cada vez más el mundo si nos dejamos arrastrar por su corriente. Ese nuevo botón te está diciendo: «puedes parar momentáneamente, pero no puedes detener por completo» y me parece simbólico y representativo.

La relación de ambos conceptos del título reside en que ayer me cercioré de que mi ceropegia estaba floreciendo. A juzgar por el número de flores y que algunas ya estaban secas, probablemente habían pasado un par de semanas desde el inicio, pero estaba siendo arrastrado por un ritmo frenético que dificulta parar, pensar, reflexionar y observar, y no he sido consciente hasta ahora. Esta ceropegia es uno de mis canarios en la puerta de la mina, y un recordatorio de que a veces sin darme cuenta, acabo en una deriva de focos de atención innecesarios, donde pierdo el contacto con las cosas que realmente me importan y me enriquecen.

Benito y El Exorcista

La incursión de Benito en la película El Exorcista va a ser la manera de romper la racha de un año y medio sin publicar un nuevo proyecto de animación. En este nuevo proyecto, Reagan, la niña, será sustituida por Benito, en un pseudocorto de humor absurdo con algo de crítica social.

Habría sido interesante haber aprovechado el 50 aniversario del film, que fue en diciembre del año pasado, pero la idea se me ocurrió justo un mes más tarde, pensando en más «cameos» cinematográficos tras los últimos en las películas Psicosis (Psycho) y Con la muerte en los talones (North in Northwest) de Hitchcock. Pero esta vez, la idea fue creciendo y casi se convirtió en un cortometraje de cinco minutos que espero terminar en las próximas semanas.

Mi primer modelo propio fabricado a medida

Aunque aún no me he quitado el uniforme de principiante, he llegado a un punto que ansiaba mucho desde que comencé a estudiar impresión 3D.

El prototipo que muestro en la foto no es perfecto, pero me da mucha paz el punto al que he conseguido llegar en la impresión 3D, ya que estoy superando y entendiendo todo un árido período de conceptos, calibraciones, pruebas y errores para introducirme lentamente en esa dulce fase en la que se comienza a disfrutar.

Este objeto es mi primera impresión de un modelo 3D propio, que además está diseñado a escala. Es una carcasa de reemplazo para un lector de tarjetas SD y TF, que tiene la nueva característica de que es empotrable, y forma parte del proyecto de espacio de trabajo sobre el que escribía hace unos días.

Impresión 3D: Ahora puedo tocar mis modelos

El clásico Benchy, una impresión casi correcta

Era consciente de que en algún momento iba a dar este paso, tras casi 14 años trabajando con vértices y aristas, y con una gran avidez por crear proyectos, meterme en el mundo de la impresión 3D era solo cuestión de tiempo.

La idea comenzó a germinar cuando hace unos meses comenzaba a desarrollar un concepto de nueva caja para el PC, que acabó derivando en el escritorio-PC del que hablaba en post anterior. Pensaba en las posibilidades de la impresión 3D para fabricar algunos de los elementos de la nueva caja, y recuperaba un interés por el modding parecido al de hace 19 años, cuando estaba creando mi última caja personalizada para el PC.

Pronto, mi cabeza se vio desbordada por las posibilidades, e inicié un camino de aprendizaje que aún es incipiente, y que me da alegrías y quebraderos de cabeza por igual. Aún estoy en fase de entender y dominar multitud de conceptos sobre temperaturas, materiales, retracciones, voladizos, velocidades, anchos de línea, curling, warping, laminados, rellenos y mil conceptos más, pero cada día doy pequeños pasos que espero, me llevarán a un universo de posibilidades totalmente nuevas.

Mi nuevo espacio de trabajo

Estos son algunos de los componentes del panel de control que lucirá mi nuevo espacio de trabajo, que será, y de hecho ya está siendo, un proyecto ambicioso y emocionante.

Lo que comenzó como un proyecto de caja personalizada para el PC que debía encajar en un nicho de la estantería Kallax acabó derivando en un proyecto mayor que implicaba la integración del PC en un nuevo escritorio, también diseñado desde cero.

El concepto es, en su base, el mismo que el escritorio con caja de PC integrada que construí en 2016 y del que también hablé por aquí en su momento. Este escritorio estaba diseñado con una serie de premisas y sobrevivió a tres hogares diferentes, pero su peso y volumen acabaron siendo una dificultad durante la última mudanza a una casa mucho más pequeña, donde tomé la necesidad de renunciar a él por un sistema temporal más compacto y ligero.

El nuevo proyecto mantiene algunas premisas como la integración de caja de PC y el sistema eléctrico con el escritorio, pero enfocado en hacerlo mucho más ligero y compacto y aprovechando algunos aprendizajes nuevos como la impresión 3D. Para conseguir esto, la superficie será un tablero que divide las dos partes principales de la nueva caja del PC, la principal con casi todo el hardware por debajo, y un panel de control que quedará sobre la superficie. Tras meses de brainstorming, creo que pronto podré compartir el prototipo final.

Redescubriendo el placer de pasear

Una de las consecuencias más inesperadas de mi última mudanza ha sido la nueva relación que he ido desarrollando con la actividad de pasear, simplemente comenzar a andar un paso tras otro, sin planear por dónde iré o qué tan lejos llegaré.

Al dejar de vivir en Málaga ciudad, dejé de ir regularmente al centro en bicicleta, debido a la terrible infraestructura de comunicación que tiene Málaga con sus poblaciones más cercanas, pues el atraso de Málaga en movilidad sostenible se palpa en la misma ciudad, pero mucho más aún en sus conexiones interurbanas. Por esto, aprovechando la calma de mi nueva localidad comencé a adquirir poco a poco el hábito de salir a pasear, con caminatas que muchas veces eran de más de una hora, yo, ¡que nunca he sido muy amigo de andar!

La música adecuada en mis auriculares, la atmósfera calmada de las calles y un entorno agradable fueron consolidando poco a poco este nuevo hábito, hasta un punto en el que ni la lluvia me frenaba, más bien al contrario. Si caían algunas gotas en el momento de salir de casa, agarraba el paraguas y caminaba más despacio, disfrutando de la misma actividad con una perspectiva diferente e interesante.

En días así, hay aún menos gente de la que ya de por sí hay en invierno en una localidad como esta, y la atmósfera es diferente, huele diferente, se siente diferente.

Específicamente hablando, no es tanto que ahora me guste pasear como que sí me gusta lo que siento cuando paseo, y por esta razón me he dado cuenta de que a veces, como en este caso, no es tanto el qué sino el dónde, por eso es tan importante tratar de estar donde verdaderamente queremos estar.

Reconectando con Barcelona

Con ninguna otra ciudad he tenido tantas relaciones diferentes como con Barcelona. No puedo contar de cuántas maneras distintas he podido caminar sus calles, como visitante, turista, residente confinado por el COVID-19, trabajador por cuenta propia y ajena, desempleado o simple barcelonés de adopción. Por fin y después de año y medio desde mi última visita, tuve la oportunidad de hacer una pequeña escapada a esta ciudad.

Recorrer su trazado me ha permitido actualizar mi proyecto de Instagram Urban Wrinkles, descubrir nuevos restaurantes de comida vegana, admirar sus vistas desde la zona alta, añorar iniciativas como Obrim Carrers o cambios urbanos como las recientes superillas que sé que no voy a tener en Málaga ni en el mejor de los sueños, ver cómo la red de carriles bici no deja de crecer y un sinfín de cosas más.

Tras tres intensos días, volví a una vida en Málaga que podemos decir ya consolidada, pero sin cortar nunca ese pequeño pero sólido hilo que me une de muy diversas maneras a Barcelona, una ciudad de la que nunca voy a dejar de separarme del todo.