Finalmente acabé el proyecto de animación en el que convierto a Benito en protagonista de la película del Exorcista, resultando en una suerte de cortometraje llamado «El Exorcista de la Sanidad Pública». Viene siguiendo la estela de dos pequeños vídeos en los que lo integraba en películas de Alfred Hitchcock, pero en este caso, en un formato extendido de cinco minutos.
Es un proyecto singular porque aparte de ser el primero tras más de un año desde el anterior pero también porque es el primero en el que me implico en el doblaje de todos los personajes y en el que hago uso de la inteligencia artificial en algunas partes como la eliminación Reagan (el personaje de la niña) de las escenas, o los filtros STS en las voces.
El botón de stop ha desaparecido de reproductores de música, teclados y otras interfaces sin que nadie parezca haberse dado cuenta. Si uno se fija en el célebre Winamp, puede encontrar un botón de stop entre los que indican «pausa» y «siguiente», y lo mismo ocurre con cualquier reproductor de música doméstico de hace un par de décadas. Hoy en día, si nos fijamos en la botonera de Spotify o cualquier reproductor de música moderno, ya sea doméstico o portátil, no veremos ese botón, y en su lugar, encontraremos habitualmente una combinación de reproducir y pausa en un solo botón.
Una interpretación sería una evolución hacia interfaces de usuario más simplificadas y adaptadas a las tendencias actuales, y sería una interpretación en gran parte acertada, pero para mí son un síntoma desapercibido del ritmo frenético al que nos aboca cada vez más el mundo si nos dejamos arrastrar por su corriente. Ese nuevo botón te está diciendo: «puedes parar momentáneamente, pero no puedes detener por completo» y me parece simbólico y representativo.
La relación de ambos conceptos del título reside en que ayer me cercioré de que mi ceropegia estaba floreciendo. A juzgar por el número de flores y que algunas ya estaban secas, probablemente habían pasado un par de semanas desde el inicio, pero estaba siendo arrastrado por un ritmo frenético que dificulta parar, pensar, reflexionar y observar, y no he sido consciente hasta ahora. Esta ceropegia es uno de mis canarios en la puerta de la mina, y un recordatorio de que a veces sin darme cuenta, acabo en una deriva de focos de atención innecesarios, donde pierdo el contacto con las cosas que realmente me importan y me enriquecen.