Con ninguna otra ciudad he tenido tantas relaciones diferentes como con Barcelona. No puedo contar de cuántas maneras distintas he podido caminar sus calles, como visitante, turista, residente confinado por el COVID-19, trabajador por cuenta propia y ajena, desempleado o simple barcelonés de adopción. Por fin y después de año y medio desde mi última visita, tuve la oportunidad de hacer una pequeña escapada a esta ciudad.
Recorrer su trazado me ha permitido actualizar mi proyecto de Instagram Urban Wrinkles, descubrir nuevos restaurantes de comida vegana, admirar sus vistas desde la zona alta, añorar iniciativas como Obrim Carrers o cambios urbanos como las recientes superillas que sé que no voy a tener en Málaga ni en el mejor de los sueños, ver cómo la red de carriles bici no deja de crecer y un sinfín de cosas más.
Tras tres intensos días, volví a una vida en Málaga que podemos decir ya consolidada, pero sin cortar nunca ese pequeño pero sólido hilo que me une de muy diversas maneras a Barcelona, una ciudad de la que nunca voy a dejar de separarme del todo.
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