Ni yo diría que esta bicicleta tiene casi cien años de historia. La década de los 30 la vio nacer, y vivió el privilegio de rodar por las calles cuando la hegemonía y la arrogancia del coche no invadía (tanto) los espacios públicos de las ciudades. Esta joya perteneció a mi abuelo y va emparejada a la placa de 1968 que ya ilustró una entrada de este blog hace años, que hace referencia al último año que pagó el antiguo impuesto de circulación para bicicletas, o incluso el último que fue usada, pues ha estado almacenada durante décadas, vistiendo el traje de polvo y óxido que lucía cuando la rescaté para restaurarla hace un año y medio.
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