«Por aquí han pasado los trenes durante décadas» es uno de los muchos pensamientos que me invadían mientras recorría por primera vez esta joven vía verde que ha nacido hace muy poco al calor del desmantelamiento de las vías del tren gracias a unas obras de soterramiento conseguidas gracias a la lucha y unión sin precedentes de los vecinos del sur de Murcia, y que se vivió con especial intensidad a finales de 2017.
Otros pensamientos estaban relacionados con la barrera física que ha cercenado durante décadas pedanías como Los Dolores, San José de la Vega, Beniaján, Torreagüera o Los Ramos y la revitalización que ha supuesto devolver el espacio a las personas que lo habitan, y cómo la naturaleza, sin rencores, lo ha vuelto a habitar para hacer del espacio un lugar donde merece la pena vivir.
Sentí una envidia sana por esta etapa en la que ya no vivo en Murcia, pero defenderé, aplaudiré y disfrutaré siempre cada paso caminado en la dirección de una ciudad más sana y justa. Ojalá la Málaga que me acoge hoy en día sepa mirarse en este espejo de las ciudades que despiertan, ciudades verdes, caminables, saludables, lugares en los que se puede respirar y espacios urbanos cada vez más humanos.