La algarroba es un alimento conocido y desconocido al mismo tiempo, incluso en las regiones mediterráneas en las que crece. El algarrobo o Ceratonia siliqua (el árbol que las produce) se puede encontrar en muchos parques de las zonas mediterráneas de España en incluso muchos lugares donde aparentemente crece de casi de manera silvestre. Es un viejo conocido de nuestros abuelos, que lo llamaban «el chocolate de los pobres» por su sabor y color que recuerdan al cacao y lo fácil de su cultivo, y hay alguno que lo relaciona más como alimento para ganado, pero hoy día aún no está muy extendido relacionarla con la repostería.
Mi historia de amor con este alimento comenzó el día que pedí un flan de algarroba como postre en el hoy extinto restaurante Maná en Murcia, un vegetariano al que me gustaba ir de vez en cuando. Tenía mucha curiosidad porque siempre había escuchado sus comparaciones con el chocolate y me apetecía probar un sabor tan autóctono y hasta ahora desconocido.
Me encantó el sabor, tan suave, y efectivamente bastante parecido al cacao, pero más liviano. Decidí que era un buen momento para probar a hacer yo mismo alguna receta con algarroba. No pretendía sustituir el cacao (aunque no me importaría) pero me excitaba mucho la idea de abrazar un nuevo ingrediente de producción local, que siempre había tenido a mi disposición y al que había sido ajeno hasta ahora.
Para la experiencia piloto, hace muchos años ya, probé a hacer natillas de algarroba, y aunque el resultado no fue malo, cometí el error de usar demasiada cantidad. En realidad la harina de algarroba posee un sabor concentrado, y no hace falta usar mucha cantidad por litro.
Después de experimentar progresivamente, la versión actual de mi postre de algarroba es 100% vegana y la he bautizado «flatillas» porque combina los principios que se usan en los flanes (gelificante) y las natillas (espesante), y se ha convertido en prácticamente mi postre sano de cabecera para el día a día.
«Flatillas» de algarroba
Ingredientes
- 1 litro de leche (yo uso leche de avena)
- 30gr de harina de algarroba
- 20gr de maizena
- 100-160gr de azúcar, según el dulzor deseado
- Opcionalmente 1 cucharadita de vainilla (aprox. 3 gramos)
- 1 cucharadita de agar agar (aprox. 3 gramos)
Preparación
En un vaso mezclamos la maizena y la harina de algarroba en agua fría o tibia hasta que quede bien disuelta, sin grumos. En una olla vertemos la leche, el azúcar y la vainilla, y mezclamos hasta que el azúcar esté bien disuelta. Comenzamos a calentar a fuego medio-alto y añadimos la mezcla maizena y algarroba, sin dejar de remover hasta que comience a espesar.
Según la textura y consistencia que nos guste más, apagaremos el fuego en un punto u otro. Si terminamos cuando comience a espesar, obtendremos algo parecido a unas natillas o un yogur poco cuajado y si paramos cuando comience a hervir, algo más parecido a un flan. Personalmente mi punto perfecto es cuando ya ha espesado y comienza a formarse una capa blanquecina de microburbujas en la superficie, previa a hervir, así obtengo una textura firme pero no gelatinosa que se me hace muy palatable.
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