Ya son dos años en Barcelona

Recién instalado en la nueva ciudad

Estos días he recordado cómo hace ya unas cuantas semanas se cumplían dos años desde que decidí mudarme a Barcelona. Ha sido un período voraginoso en el que se sucedió una cantidad de acontecimientos imposibles de vaticinar aquella mañana temprano en Murcia que estaba cargando mi coche en Murcia con las cajas de mudanza.

En dos años han sucedido varios cambios laborales importantes, una pandemia mundial, dolorosas pérdidas, once proyectos personales, la exploración de bellísimos rincones de Cataluña, y por supuesto grandes momentos personales, incluyendo logros y victorias, y el descubrimiento de personas maravillosas.

Más allá de la historia personal, desde el primer día he observado numerosos detalles en la ciudad que producían cierto contraste con lo que conocía de Murcia, ahora que conozco ambas ciudades como habitante, y las he recopilado sin orden particular.

  • El agua corriente sale a gran presión comparado con Murcia. Tomé mi tiempo para acostumbrarme a no salpicarme al lavarme las manos, por ejemplo.
  • Los árboles cubren completamente infinidad de calles, y a pesar de no ser históricos, son mucho más grandes y altos. Se nota que los dejan crecer y no hacen podas salvajes e indiscriminadas. En muchas calles de L’Eixample, éstos árboles cubren completamente la carretera cuando se sitúan en ambas aceras, proporcionando sombra en verano no solo para los peatones, sino para circular en bici por la calzada. La gran mayoría son de hoja caduca, por lo que dejan pasar el sol en invierno.
  • La cultura de lavar la ropa en una lavandería está mucho más extendida que en otras ciudades que conozco. En casi todos los lugares hay una cerca para hacer la colada. Para mí fue una experiencia nueva, aunque con el tiempo dejó de entusiasmarme.
  • Barcelona tiene un problema muy serio con la contaminación, y aunque lleva la delantera en políticas medioambientales comparada con otras ciudades de España, aún le queda mucho camino por recorrer. Alguna vez he circulado en bici en hora punta entre coches hasta el trabajo, y he notado cómo mi ropa huele a gasolina al llegar. Por suerte, esto no lo he notado al circular por vías segregadas, que son muy numerosas en esta ciudad.
  • Al mismo tiempo, he observado muy pocos ciclomotores de 50cc comparados con las motos de 125cc en adelante.
  • Quitando grandes plazas como la de España y la de Cataluña, me sorprende el escaso número de rotondas (insisto, comparado con las ciudades que conozco y especialmente Murcia), algo que agradezco mucho como usuario de la bicicleta. Algunas como la plaza de Tetuán, se pueden incluso atravesar como peatón o ciclista sin tener que circunvalar. Me di cuenta de esto la primera vez que topé con una después de muchos meses y fue con el coche.
  • Un poco en la misma línea, también observé que apenas hay resaltos/badenes infernales. Haberlos los hay (y no tantos) pero muchos están integrados en la calzada de manera que a una velocidad adecuada es un suave cambio de rasante, y a demasiada velocidad es un golpe en los bajos del coche. Por supuesto, como ciclista, agradezco muchísimo la casi total ausencia de badenes de plástico y que la mayoría estén bien diseñados.
  • Las rampas de subida y bajada de las aceras quedan a nivel de calzada y tienen longitud suficiente para hacer la rampa suave. Parece algo obvio, pero en ciudades como Murcia, a pesar de existir dicha rampa, siempre queda un pequeño bache, y esto es muy molesto cuando el trazado de los carriles bici te obliga a subir y bajar aceras. Y sí, en Barcelona aún quedan de este tipo.

En resumen, son detalles en los que quizás no repare mucha gente, pero creo que lo más destacado de Barcelona ya es obvio para todo el mundo, y yo siempre tiendo a ver las ciudades desde un punto de vista más humano y práctico que estético o turístico.

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