Mi aventura con el libro electrónico

Hace ya algo más de dos meses que he salido de las cavernas del libro de papel y disfruto de las cantadas virtudes del libro electrónico. Quería esperar este tiempo para no verme influido por la emoción de la novedad, y reflexionar con algo de objetividad. Conociendo mínimamente el panorama actual, como era de esperar el salto no ha sido completamente triunfal, pero merece la pena destacar algunos puntos.

El principal escollo ha sido el maldito DRM, invento diabólico de Adobe Systems, pensado en la teoría como sistema de protección para evitar la difusión ilegal de las obras de los autores, pero en la práctica un embudo de ventas para los autores y una molestia sobre-intervencionista para los usuarios (porque para la cultura somos lectores, pero para la industria somos usuarios, creo importante reseñarlo).

Por simplificar un poco la reflexión con un ejemplo, si yo me compro un Kindle solo puedo comprar libros legalmente en la tienda Amazon, y lo mismo si tengo un lector Sony (es mi caso, de hecho) no puedo comprar ningún libro legalmente que lleve DRM salvo que sea en la tienda de Sony. Y así puedo nombrar decenas de combinaciones de ejemplo.

Todo esto siempre que quiera comprar un libro con DRM, que son la inmensa mayoría. Al final, fuera del ecosistema de autores alternativos de la generación «autoedición» y de las obras de más de medio siglo de antigüedad cuyos derechos de autor han expirado, la realidad es que es verdaderamente difícil, por no decir imposible, comprar un libro sin DRM en las principales librerías online (Amazon, Casa del libro, Fnac, El Corte Inglés, Diego Marín, etc.).

¿Dónde nos lleva todo esto? A que la opción sencilla sea descargar ilegalmente el libro. Y digo sencilla porque es mucho más rápido y cómodo de esta manera, y sencilla de nuevo, porque el libro de descarga ilegal no va a contener DRM, y por tanto… ¡eureka! lo voy a poder usar posea el lector que posea.

Desde luego, si yo tengo principios como consumidor no es porque la industria editorial haga algún esfuerzo positivo por fomentarlo, así que digamos que al final los únicos que compramos libros electrónicos son, o bien los usuarios inexpertos que no han descubierto que es más fácil (y menos molesto) descargar sin DRM, y las rara avis que son los consumidores con principios que eligen esta opción y gastan su valioso tiempo en eliminar el DRM por su cuenta para poder introducir el libro en el dispositivo que han elegido comprar.

Total, por ahora mi opción como consumidor responsable, por delirante que parezca, pasa por comprar simbólicamente el libro en una tienda online (para que el autor quede remunerado) y luego, paralelamente, descargar «ilegalmente» la misma obra, que es la que al final acabaré usando (y no la que he comprado). Yo por ahora lo hago así, pero, seamos francos… ¿cuánta gente creéis que se molestará en hacer esto?

Aparte de mi rabieta con el DRM, en estos dos meses he incubado otro par de rápidas reflexiones sobre las librerías online. La primera es que de todas las tiendas online que he vistado, casi ninguna permite buscar solo ebooks (el buscador es global y hay que cribar a mano). Esto es bastante curioso. Y la segunda es que no diferencian claramente qué libros llevan DRM y cuáles no. Otro punto muy negativo.

En definitiva, yo veo un futuro donde desaparecen las librerías y los libros se compran directamente a las editoriales (o a los autores), que tienen sus propias tiendas, al igual que las marcas de coches tienen sus propios concesionarios, y las editoriales que antes de adapten a ello serán las primeras en conquistar este fértil terreno aún demasiado virgen. Un ejemplo perfecto de esto es la editorial técnica Packt Publishing, que tiene una tienda online totalmente clara y sencilla de usar, con un catálogo extenso y muy especializado, buenos precios en las ediciones digitales y libros sin DRM descargables en varios formatos distintos incluyendo PDF, mobi y epub. Ojalá el resto de editoriales siguieran ese mismo camino.

Actualización 15 Abril 2014: Una interesante lectura sobre nuevos aires en la distribución de libros electrónicos sin DRM: Arranca Lektu: 15 editoriales, 200 libros, adiós DRM.

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4 Comments

  • Reply Crema catalana 6 marzo, 2014 at 14:34

    Llámame antigua, nostálgica o de la época de las cavernas, pero el día que desaparezcan las librerías a mi me matan. Igual que tu con los viveros de suculentas pues así soy yo en una librería. Pasear entre libros mirando portadas, hojeando los libros, leyendo sinopsis, descubrir esa trama que te llama, el olor a papel, el sonido de las hojas al pasar…… Yo solo tendré un libro de esos electrónicos cuando no haya de los otros, que espero sea dentro de mucho mucho mucho tiempo. Luego están los temas ecológicos, el reciclaje etc, pero eso lo hablamos otro día tomando un cafe, hace? :-)

  • Reply Ale 6 marzo, 2014 at 17:58

    En mi caso, al momento de descargas, suelo «probar» el producto descargándolo de la manera que encuentre. Y si me gustó y considero que el autor merece un pago, lo compro (siempre y cuando esté disponible en mi país y no tener que meterme en embrollos de comprar en el exterior, que al menos en Argentina es complicado en este momento).

    Pero sí, por lo general simplemente se descargan las cosas y ya. Y como decís, las empresas que quieren vender no hacen las cosas bien como para motivar al usuario a hacer las cosas bien también. Y termina todo siendo un círculo de excesos.

    ¡Saludos!

  • Reply Frank 7 marzo, 2014 at 17:22

    Bueno, a la hora de oler el papel y pasar las páginas con la mano, yo soy el primer nostálgico, pero también tengo un alter ego pragmático que me lleva a tomar a veces estos cambios jeje

    Ale, efectivamente, yo también a veces hago lo mismo que tú cuando no me gusta el libro y no llego a terminarlo.

  • Reply Dos años de libros electrónicos – Giingo 28 diciembre, 2015 at 11:45

    […] “legalizar” su calidad de usuario. Sobre este tema hablé bastante en varias ocasiones (Mi aventura con el libro electrónico – primera parte, segunda parte, y tercera parte) explicando el via […]

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