Murcia, mi ciudad, luce desde que comenzó el año salpicada de diversas vallas publicitarias con las obras de la exposición «Reformas» de la artista Cantabella. Inicialmente me enteré via Facebook pero hoy por fin he encontrado una de ellas por casualidad, en la carretera de Santa Catalina a medio camino entre la plaza del Charco y el Reguerón, y he querido ilustrarla aquí (valga la redundancia).
Lo sorprendente de la situación, y en parte el motivo de querer compartir esta reflexión, no es mi admiración por su obra, sino la situación de represión en España haya llegado a tal nivel de normalidad que mi primera reacción sea asociar a provocación o vandalismo el contenido de la exposición, más que a una exposición legal y ortodoxa. Mi reacción apenas ha durado un segundo, antes de recordar que estas manifestaciones aún están permitidas, pero me he sorprendido a mi mismo reflexionando sobre lo peligroso de acostumbrarse a la normalidad de ‘aceptar y callar’ en que estamos entrando.
Una normalidad en la que paulatina e inconscientemente aceptamos la libertad de expresión como un acto de rebeldía y no como un engranaje más de una sociedad libre. Una mecánica de pensamiento muy propia de la época preconstitucional, muy dada a pensar «uy, una reivindicación pública… ese artista se está buscando un problema».
Según reza la dirección de la galería Babel:
“Reformas” muestra la soledad del ciudadano y el aterrador abismo que le separa de sus gobiernos. Cantabella (Murcia, 1977), dibuja en estas singulares obras una fábula para mostrar que los ciudadanos quedamos ajenos a la elaboración de las leyes promulgadas por los estados. Se hace eco de la opinión generalizada que tenemos en España de que las leyes suelen encubrir intereses individuales y de grupos de presión y de poder.
La exposición se puede ver en Murcia y alrededores hasta el 31 de enero.