Resulta que cuando viajo, hago muy pocas compras. Para mí, el mejor souvenir que puedo traer a casa es el legado fotográfico del viaje, y dentro de esto, lo que más me gusta es captar la esencia de la cultura y las gentes de cada país, mucho más que llevarme instantáneas de los monumentos y atracciones turísticas más importantes.
Acabo de regresar de Rumania, y cuando recuerdo el viaje, lo primero que me viene a la memoria es cómo es la gente que habita ese país, sus costumbres, su vida cotidiana, su mundo y su manera de vivir… Y en un segundo momento, entonces sí, ya aparecen los monumentos, los edificios, los castillos, los restaurantes y otras atracciones turísticas. Es lo que me llevo de cada sitio, de cada lugar, ya sea otro barrio de mi misma ciudad o un país a tres mil kilómetros. No quiero el escaparate, quiero la trastienda. Y es que, realmente, si lo pienso, me ocurre con todo, pero de una manera especialmente llamativa cuando viajo.
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