Mi pequeño caballo de aluminio adora trotar por las cuestas y pendientes que le brindan las montañas que dibuja el valle del Segura. Este rocín flaco de nuestros tiempos se encuentra hastiado de polución y asfalto, pero es fiel y obediente y cada día me lleva al bosque de cemento donde gano el sustento, y me espera puntual, casi ansioso, para llevarme de vuelta. Pero es conocedor también de la suerte que entraña poder abrazar la brisa, la tierra caliza y el olor a pino con apenas rodar dos o tres momentos llevándome a sus lomos, siempre agradecida, siempre dispuesta.
Yo solo o los dos juntos, pero siempre libres.
2 Comments
Seguro que a lomos de este metálico
corcel, un Quijote de estos tiempos puede vencer cualquier gigantesco molino de viento que se le ponga por delante. Y elevarse de vez en cuando ayuda a tener mejor perspectiva, y el horizonte parece menos lejano.
bonito bonito :)