No me refiero a la etiqueta de un producto de autoservicio, sino al ‘código’ o manual de buenas prácticas que se debe seguir para tratar con alguien tatuado. Hace unos días leí el post «Tattoo etiquette: guide to not being a douche» del blog de Kaelah Bee y me pareció genial escribir un post basado en parte lo que ella escribió. He traducido y adaptado los fragmentos que más me han gustado y que comparto.
Para comenzar, comparto totalmente la aclaración que ella misma hace en su blog, y extraigo la parte que me interesa resaltar. No es un decálogo de un gurú sabelotodo pero sí está basado en la experiencia sobre lo bueno y lo malo de este mundo. Y, al igual que ella, también advierto que esto tan sólo son opiniones personales y distan de ser directrices absolutas escritas en piedra.
Para gran parte de personas abiertas de mente y sin prejuicios, esta puede ser una cadena de obviedades, pero no es la norma general, así que vamos allá:
1.- Nunca está bien tocar el tatuaje de otra persona sin su permiso. Yo tampoco puedo contar cuántas veces han intentado tocarme o agarrarme para verlo, por completos extraños. La gente parece creer que si tienes tatuajes visibles eres una especie de propiedad pública. No se puede decir en términos más simples: ¡no lo hagas!.
2.- Opuestamente a lo que se suele creer, no a todo el mundo le gusta hablar de sus tatuajes, especialmente a extraños. Esto es definitivamente una lotería: a algunas personas les encanta contar a todo el mundo el significado de sus tatuajes y a otras personas sencillamente eso les da completamente igual. Yo me considero una persona totalmente sociable y me encanta entablar conversaciones al azar con desconocidos, pero no siempre me interesa hablar sobre algo tan personal como los tatuajes que llevo. Finalmente, en lugar de optar en esos casos por repeler la conversación, simplemente adapto el grado de profundidad en la explicación al grado de confianza que guarde con la persona con la que converso. No te tomes como algo personal si alguien no quiere compartir contigo una conversación sobre sus tatuajes. A pesar de que lo normal es que no profundice mucho sobre la explicación de mis tatuajes, si alguien me pregunta amable y sinceramente, me encanta hablar con el/ella de tatuajes. Es una buena manera de relacionarse con la gente y siempre y cuando sean sinceros, yo suelo estar por la labor.
3.- No está bien preguntarle a alguien cuánto pagó por su tatuaje. A no ser que seas un amigo cercano o un familiar, o alguien con quien sepas que se encuentra agusto compartiendo esa información contigo, sencillamente no lo hagas. No todas las personas tatuadas estarán de acuerdo en esto, pero si no lo preguntas con una intención específica, me parece de mal gusto. Los motivos pueden ser diversos: yo puedo tener una relación especial con mi tatuador/a y haber obtenido un precio especial. A no ser que vayas a tatuarte lo mismo y por el mismo artista (cosa que no debería ocurrir nunca), es irrelevante cuánto he pagado por ello.
4.- Las preguntas sinceras y honestas son totalmente bienvenidas. Me gustaría mucho más que alguien me pregunte por adelantado en lugar de mirar fijamente, riéndose o hablando entre sí. Y puede parecer que esto niegue el punto anterior de no querer hablar de ellos, pero me parece que si eres sincero y honesto con tus preguntas, entonces yo estaré mucho más receptivo y abierto a compartir una conversación al respecto. Está claro que las preguntas siempre se repiten (¿cuánto duele en un lugar concreto?, ¿cómo se mantiene y se cuida?, etc.) y pueden llegar a agotar en algún momento, pero prefiero un acercamiento sincero y honesto como he dicho, a una intromisión gratuita. A buen entendedor…
5.- Está bien tomar la foto de un tatuador como referencia, pero nada más. Hay pocas cosas de peor gusto que copiar el tatuaje de otra persona. Ningún tatuador reputado copiaría el diseño de otro si quieres uno similar; deja que tu tatuador diseñe un trabajo personalizado. Está claro que existen las modas y las coincidencias, pero es fácil saber cuando ‘sencillamente pasó’ y cuándo un tatuaje está copiado deliberadamente. Nunca me ha ocurrido ni he tenido noticia de ningún caso cercano, pero es bueno reseñarlo como parte de la etiqueta de la que estamos hablando.
6.- No está bien asumir que alguien se encuentra desempleado (o lo estará) por sus tatuajes. No resultan nada raras las conversaciones en las que se relacionan los tatuajes con la posibilidad de encontrar un trabajo. Sí, si tienes tatuado tu cuello o manos, debes tener en cuenta la influencia que puede tener en futuros trabajos, pero si no puedo ser yo mismo en mi lugar de trabajo, lo más probable es que no quiera trabajar allí de todos modos. Obviamente, en la economía actual, los mendigos no pueden elegir, pero yo opté por recorrer un camino laboral que no obstaculizara mi identidad más básica. Evidentemente toda decisión implica asumir unas consecuencias distintas. No voy a cambiar el mundo en un párrafo, pero si nos paramos a pensar en el resto de discriminaciones estéticas en lo laboral, y lo consideramos un problema social a cambiar, deberíamos incluir también este punto.
7.- Ni estar tatuado hará estallar una iglesia en llamas al entrar en ella, ni significa (necesariamente) amar a Jesús/Buda/etc. Yo elijo no ser religioso por mí mismo, pero eso no significa que otra persona sea capaz de incluir un icono religioso en su vida y enfatizarlo a través de sus tatuajes. En cualquier caso estar tatuado no te hace ni más fiel que otro devoto, ni un adorador de Satán.
8.- Nunca está bien decir cosas como: «¿cómo vas a conseguir un trabajo con todos esos tatuajes?», «¿cómo te verás cuando tengas 80 años?», o «hacerse tatuajes es de clase baja, delincuentes, moteros, etc.». Yo creo que todos los que estamos tatuados hemos recibido alguna vez alguno de esos comentarios. Kaelah Bee hace aquí una reflexión más amplia y profunda pero yo no me voy a extender, todo el mundo sabe lo que son los estereotipos y la falta de miras.
Tatuarse es una modificación corporal permanente por estética en toda regla, como perforarse los lóbulos para usar pendientes (al menos el 95% de las mujeres pasaron por esto de niñas en España) por poner un ejemplo extremadamente cotidiano y aceptado, u operarse los pechos por poner otro ejemplo. Como en toda modificación estética, hay quien lo hace para mejorar la autoestima, para reforzar la identidad personal, o sencillamente con vocación estética de acuerdo a las modas, o a los propios gustos. En cualquier caso hay que luchar socialmente para no perpetuar estereotipos dañinos.
Vive y deja vivir, amigo, y recuerda una vez más que esto que acabas de leer, ¡sólo son opiniones!.
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