Todo el mundo sabe que Holanda es lugar de referencia para determinados tipos de vicios, pero lo cierto es que mi reciente viaje a Amsterdam me reveló que el país de los tulipanes aún tenía sorpresas escondidas para mí. Concretamente escondidas detrás de las puertas de los refrigerados lácteos, en forma de natillas, yogur líquido, flanes, batidos y un sinfín de delicatessen que hacen las delicias de cualquier amante enfermizo de cualquier cosa láctea y dulce a la vez.
La joya de la corona ha sido el ‘vla’ (natillas, en holandés), que allí se vende para beber, en tetra-brik de un litro, y existe en infinidad de sabores, a cada cual más delicioso: vainilla, vainilla-chocolate, caramelo, vainilla-fresa, blanco azucarado, manzana, frutos rojos, etc.
No entiendo cómo las vacas pueden ser sagradas en un país como la India y no serlo en un país como Holanda, donde a través de su leche pueden llegar a proporcionar tan infinito placer.