Resulta curioso observar cómo la información condiciona a la conducta. Y con información me refiero a todo lo que absorbemos y recibimos del entorno en que vivimos, casi desde el momento mismo en que se nace. Me explicaré mejor usando como ejemplo varias cuestiones sobre el tiempo y la edad:
¿Cómo actuaríamos si no pudiéramos saber la edad que tenemos?, ¿seríamos capaces de intuir nuestra edad basándonos en las mismas sensaciones y sentimientos que nos hacen sentir viejos o jóvenes cada cumpleaños?, y, ¿en qué nos basaríamos?.
¿Cómo nos comportaríamos si no tuviéramos relojes ni calendarios para medir ni contar el tiempo, si no supiéramos a ciencia cierta cuánto queda para anochecer, o en qué momento del año nos encontramos?. ¿Haríamos las cosas más rápido, o más lento…?, ¿nos preocuparíamos del tiempo que hemos consumido y del que nos queda, en la misma medida y de la misma forma? y, ¿cambiarían nuestras prioridades?.
¿Cómo nos comportaríamos de no conocer en absoluto las convenciones sociales, los tabúes o la cultura que rige el lugar donde vivimos?. ¿Nos atreveríamos a hacer de forma natural cosas que nunca hubiéramos hecho bajo la influencia de la cultura?.
¿Cómo de permeables somos y hasta qué punto somos capaces de intervenir en la información que absorbemos del entorno desde pequeños y cómo influye ésto en nuestra manera de ser, pensar y actuar a lo largo de la vida?, y ¿cómo de ‘naturales’ y espontáneos somos en realidad con respecto a lo que nos consideramos?.
Otro plano en el que puede influir toda la información que absorbemos es el de la vida social y la configuración de las relaciones entre personas, haciéndome plantearme cuán distinto podría ser todo si de repente olvidáramos los tipos de relaciones que sugiere de facto la cultura y el entorno (familia, amigos, pareja…) y que hemos ido aprendiendo y aceptando a lo largo de la vida, ¿cómo enfocaríamos cada una de las relaciones?, ¿seguiríamos la misma línea y el mismo camino o le daríamos importancia a las mismas cosas?.
Al final, la gran pregunta, o al menos la gran cuestión donde para mí desemboca toda esta cascada de dilemas, es: ¿cómo somos realmente? y ¿hasta qué punto decidimos influencias debemos aceptar, consciente o inconscientemente?.
En realidad no está todo perdido, no somos marionetas, o al menos tenemos la capacidad para no llegar a serlo. Estoy convencido de que hay varias maneras de abstraerse de la propia naturaleza y poder responder a cuestiones como éstas, en apariencia innecesariamente profundas pero muy sencillas y lógicas. Viajar y conocer culturas distintas (si es al mismo tiempo mucho mejor) es sin duda una de las más importantes. A una menor escala y más accesible, relacionarse contínuamente con gente diversa también puede resultar enormemente enriquecedor, aunque en éste caso la dificultad puede encontrarse en el mero hecho de encontrar gente diversa.
Creo que el criterio y los principios de cada persona es el principal catalizador entre lo innato y lo inducido, y, quizás entre otras cosas, lo que nos mantiene en equilibrio y esclarece el camino más adecuado para cada uno de nosotros en la vida. Por tanto, creo perder cualquiera de esas dos cualidades nos deja en una vía muerta a merced de un camino que en el fondo nunca hemos elegido.
Recurrir al mantra «be yourself» es tremendamente socorrido, pero interiorizarlo no es siempre ni tan frecuente ni tan fácil. A todos nos queda mucho trabajo por delante.
2 Comments
Indeterminación de Heisenberg, el hecho de actuar modifica la forma en la que actuamos. No hay una verdad absoluto ni un «yo» el cual podamos catalogar ya que está en constante evolución, tanto por estímulos exteriores como los propios.
¿cosas diferentes según la cultura y el entorno? Por supuesto, solo tienes que elegir un par de paises alazar y verás qué tan diferentes son sus gentes. Lamentablemente, diría que somos 99.99% cultura y 0.01% «nosotros»
Me encanta la analogía con el principio de Heisenberg, eso me lo apunto.
Lección nº2: Aparte de tener buen criterio, seleccionar cuidadosamente las influencias ;)