Hace ya algunos meses, compré el libro «Elogio de la lentitud» (muy recomendable, hablaré de él más adelante) como parte de una búsqueda de renovación personal, que, entre otras cosas, pasaba por la búsqueda de la vida sencilla y la desaceleración de las tareas diarias.
Una de las consecuencias que trajo consigo esa búsqueda, fue un experimento personal que hice conmigo mismo. Decidí que dejar atrás mi smartphone HTC, (que por entonces hacía las veces de secretaria electrónica) y relegar sus funciones organizativas a una buena y compacta agenda de papel, podía ser una buena manera de establecer mejores criterios de prioridad para las tareas y a desacelerar algunos aspectos de mi organización.
¿Y de qué manera una vetusta agenda de papel puede conseguir eso?. Lo comprobé cuando me descubrí a mí mismo escribiendo una y otra vez notas en el móvil mientras caminaba de un sitio a otro: ni los desplazamientos cotidianos estaban exentos de la dictadura de la organización y la producción, y parecían huecos ideales para usarlos organizando tareas.
Me dí cuenta entonces de que las anotaciones en el teléfono se automatizaron tanto que muchas de ellas no eran tan imprescindibles, otras eran importantes pero no tenían por qué estar sujetas a un corto período de ejecución, y así… pensé que llevar todo eso en una agenda de papel me obligaba a «sentarme» a abrir la agenda, dedicar al menos unos segundos de pausa para consultarla o incluso sentarme si quería añadir citas y tareas, situaciones que son impensables y hasta parecen absurdas con un teléfono móvil.
Por otro lado, las funciones de comunicación las siguió haciendo un Nokia de la gama más baja, que es perfecto para llamar, mandar mensajes, usar como despertador y poner avisos para alguna nota realmente importante. Total, nunca a llegué a usar Internet en el móvil como algo cotidiano, y lo mismo con la cámara integrada.
Evidentemente, todo ésto, más que producto de una crisis de la edad, una pretensión por ir contracorriente o un deseo de parecer alternativo, es más una búsqueda de la armonía y la racionalización de la vida diaria. Lo positivo es que después de tres meses, sigo convencido de que ha sido una buena decisión, y me siento menos esclavo de las tareas porque priorizo mejor, me obligo a seguir un ritmo más racional, y la organización de mi tiempo sigue un curso menos desnaturalizado.
4 Comments
Y se te ha olvidado mencionar el placer de tachaaaar con ansia una tarea completada n__n
Estoy totalmente de acuerdo, sobre todo personalmente me resisto a tener Internet en el movil, casi prefiero aburrirme y buscar conversación en alguien que esté a mi alrededor.
Estoy totalmente de acuerdo, sobre todo personalmente me resisto a tener Internet en el movil, casi prefiero aburrirme y buscar conversación en alguien que esté a mi alrededor.
Tienes razón Linkita, tachar tareas realizadas en un móvil, nunca será como en una agenda!
J Eme, no me parece malo tener Internet en el móvil, pero yo nunca le he llegado a sacar partido.