La música me hace sentir fuerte, me acompaña y me canta cuando me siento atrapado. Es impresionante como una sóla canción es capaz de ponerme el vello de punta, como puede provocar una parte de la canción que me levante de mi silla y grite como un poseso extendiendo los brazos, y cómo a la vez también me puede transportar a un nicho de refugio donde me sienta menos vulnerable. La música es la que me hace arrancar con un acelerón mental todo lo que llevo dentro y proyectarlo como serpentinas hacia el exterior.
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